miércoles, 24 de octubre de 2007

La calzada de los gigantes

La calzada de los gigantes es una de las cosas que guardaré siempre en mi memoria. Me pareció increíble, no podía parar de mirar.

Para llegar (está muy muy bien señalizado) tienes que seguir por la carretera de la costa, que es estrecha y va al revés. Sólo puedes aparcar en el parking privado y vale 8 libras. No intentes aparcar en otro sitio porque sencillamente no hay donde.


Además de las típicas tiendas de recuerdo, también hay un centro de información con libros y folletos (GRATIS!) de lo que vas a ver allí. Por cierto, venden semillas de plantas autóctonas. Tenía que haberme comprado una que me parece un recuerdo muy bonito.

La ruta comienza después de la tienda de recuerdos. Puedes elegir comenzarla por arriba y bajar las escaleras del demonio o desde abajo y luego subirlas. Nosotros no lo sabíamos y elegimos subir... Craso error.

Después de recorrer un par de kilómetros x la costa (eso ya es precioso) llegas a lo que es la estampa tradicional de la calzada de los gigantes: las extrañas piedras hexagonales que lo invaden todo.

Ahí, generalmente, te pasas una hora y pico mirando embobada para todos sitios. Es una zona muy amplia, mucho más de lo que parece, y las rocas que no están a nivel del mar también son hexagonales.


La ruta continúa un par de kilómetros más y a lo largo se pueden ver anfiteatros, chimeneas y órganos formados por estas rocas que, repito, están hechas únicamente por la naturaleza.
Al final, subes a lo alto de los acantilados por unas escaleras (163) hechas en la piedra. Es horrible asi que si quereis un consejo: empezad la ruta bajando las escaleras.

La leyenda

Cuenta una antigua leyenda celta que el gigante irlandés Finn MacCool decidió construir un camino a su medida hasta la isla de Staffa en Escocia. Edificó una ciclópea calzada de prismas hexagonales que le permitió atravesar 120 km. de mar sin mojarse, y pudo desafiar a su rival, el gigante escocés Benandonner. Pero, al acercarse a éste, comprobó que era mucho más fuerte y fiero que lo que había imaginado. Perseguido por el escocés, MacCool huyó de nuevo a la verde Irlanda y allí, su esposa Oonagh le escondió en una cuna. Cuando apareció Benandonner, Oonagh le invitó a tomar el té, pidiéndole que no despertase al "bebé". Entonces, fue Benandonner el que se aterró, no deseando enfrentarse con el padre de aquella enorme criatura. Y al escapar destruyó la calzada, de la que sólo quedaron en pie sus tramos inicial y final, confiando en que así no sería perseguido por MacCool.