Nuestra última noche en Belfast fue... difícil. El escándalo que montamos al llegar a la habitación nos costó que la Japo y el Gnomo no nos saludasen por la mañana. Peor para ellos, con lo majos que somos...
Después cogimos nuestro mapa y salimos de Belfast. Es impresionante el paisaje. La carretera va pegada a la costa (tanto que si se te va el volante te caes al mar)
Comimos en una panadería que daban comidas. Escogimos un panini de piña y jamón (excelente) y una ensalada vegetariana. El chico que nos atendió era egipcio y la verdad que nos cayó muy bien. Si alguna vez vais por allí, queda recomendada (preguntadme el sitio si quereis).
Esa zona está llena de pueblos costeros llenos de casas pegadas a la playa. Es muy turístico (demasiado). Extrañamente casi no hay playas y las que hay son como la de la fotografía de arriba: de arena oscura, piedras y algas!
No nos costó mucho llegar hasta nuestra primera parada: Carrick-a-rede. Es una miniruta de un kilómetro al lado del mar. Las vistas son preciosas, sobretodo porque el sol que hacía permitía ver las islas cercanas. El color del agua es verde transparente y los acantilados, blancos. El puente colgante acojona un poco aunque seguramente oigais lo contrario. Después de cruzarlo llegais a una isla pequeñita donde anidan gaviotas. Vimos unas cuantas pequeñinas, más guapas...
El punto curioso de la tarde fue que delante de la cola (había más de 100 personas esperando para pasar) llevábamos unos Segovianos que pertenecían a un grupo católico. Nos hartamos de escuchar "sister María" patrás y palante. Qué rarinos eran...
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